Pensé en ser yogui, chef, trilingüe y hasta estudiar epidemiología. Se supone que me armaría de superpoderes para enfrentarme a lo que sería la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Pero estaba mal. Si quería ser mejor, debía darme tiempo para retomar y practicar lo que me hace diferente a otros animales: la comunicación humana. Sí, humana.
Como homo sapiens, fuimos otorgados de una capacidad cerebral única para construir historias y generar lazos afectivos. Gracias a esto, nuestra existencia en la tierra se ha extendido y como tribu hemos logrado satisfacer más allá de las necesidades básicas a través de la comprensión y el apoyo. Sin embargo, parece que hace tiempo, ocupados con el trabajo, el Instagram y el mundo de lo efímero, olvidamos que la comunicación es la clave de nuestra evolución y depende de cómo la usemos que podemos construir o destruir.
Hemos visto comentarios agresivos e hirientes en redes sociales, vivimos la indiferencia ante condóminos echando cloro y maldiciones al departamento del vecino infectado, seguimos influencers enfermos que salieron a la tienda a hacer “retos” sin la más mínima responsabilidad, y nos expresamos de forma racista y cínica sobre los chinos.
La COVID-19 mostró la forma más destructiva de nuestra comunicación. Basta echar un vistazo a medios o redes sociales para ver cómo abusamos de nuestra libertad de expresión para juzgar, reprobar y hasta suprimir a quien no piensa como nosotros.
Mas no todo está perdido. También hemos visto actos de bondad, solidaridad y apoyo; nuestra naturaleza más simple: ser humanos. Pregúntate, ¿qué tal si traspasáramos estos actos a la forma habitual como nos expresamos?
Tras la pandemia, habrá gente mucho más necesitada de comprensión, contacto y cercanía; es decir, de regresar a la comunicación humana, aquella que busca generar acercamientos y redes afectivas, con las que podemos tratarnos en paz para compartir algo, así como atender y resolver problemas.
Para evolucionar, hay que comprender que existen formas mejores de resolver conflictos que atacar, a través de una comunicación no violenta podemos describir los hechos sin juicios, expresar lo que sentimos, reconocer las necesidades del otro y hacer peticiones claras y sinceras.
¡Pon atención! Las primeras personas, marcas o empresas que hagan uso de la comunicación humana serán quienes conecten con sus audiencias y tomen el liderazgo en la formación del nuevo mundo post Covid-19.
La próxima vez, antes de emitir cualquier mensaje, detente a pensar: ¿a quién estoy escuchando? ¿Estoy argumentando con hechos o con juicios? ¿Quiero convencer a alguien de que haga lo que yo quiero o estoy dispuesto a aceptar que sus necesidades son distintas a las mías? ¿Qué y cómo lo estoy trasmitiendo?
Se nos hace tarde para poner en práctica nuestra empatía. Si queremos ser mejores para enfrentar esta crisis debemos empezar por transformar la forma de comunicarnos: escuchar para conectar y comprender las necesidades del otro. Recuerda, las palabras hacen mundos.
Elizabeth Paredes.
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